
MEMORIAS DE UNA GEISHA, de ARTHUR GOLDEN
Poco antes de su muerte, Sayuri relata a un amigo su atribulada y fascinante vida: cómo, desde una mísera infancia, llegó a convertirse en una de las geishas más famosas del Japon. No nací ni me eduqué para ser una de las famosas geishas de Kioto . Soy hija de un pescador de Yoroido, nací en Kioto un pueblecito de la costa del Mar de Japón. En toda mi vida, no habré hablado de Yoroido, ni tampoco de la casa en la que pasé mi infancia o de mis padres o de mi hermana mayor, ni desde luego de cómo me hice geisha o de cómo te sientes siéndolo, con más de media docena de personas. La mayoría de la gente prefiere seguir imaginándose que mi madre y mi abuela fueron también geishas y que yo empecé a prepararme para serlo en cuanto me destetaron, y otras fantasías por el estilo.
Imagínate que tú y yo estuviéramos sentados en una apacible estancia con vistas a un jardín, tomando té y charlando sobre unas cosas que pasaron hace mucho, mucho tiempo, y yo te dijera:" El día que conocí a fulano de tal... fue el mejor día de mi vida y también el peor". Supongo que dejarías la taza sobre la mesa y dirías: "¿En qué quedamos?, ¿fue el mejor o el peor?". Tratándose de otra situación, me habría reído de mis palabras y te habría dado la razón. Pero la verdad es que el día que conocí al señor Tanaka Ichiro fue de verdad el mejor y el peor día de mi vida. Me fascinó, incluso el olor a pescado de sus manos me pareció un perfume. De no haberlo conocido, nunca hubiera sido geisha."
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